Aproximadamente el
25% de los niños sufre problemas para dormir en algún momento de la infancia.
El tipo de problemas que afecta
a los niños varía considerablemente en frecuencia y gravedad. Van del cuadro
más común de resistencia y
ansiedad a la hora de dormir a trastornos primarios del sueño ocasionales, como
la narcolepsia y la apnea obstructiva durante
el sueño.
Los recién nacidos duermen mucho típicamente de 14 a 18 horas al día durante la primera semana y de 12 a 16 horas al día para el momento en que son un mes de edad. Pero la mayoría de los bebés no permanecen dormidos durante más de dos a cuatro horas en un momento del día o de noche, durante las primeras semanas de vida.
¿El resultado? Mucho sueño para su bebé y una muy irregular – y agotador – programa para ti. Entonces, tu trabajo consiste en responder a las señales de su recién nacido, así que probablemente va a ser de hasta varias veces durante la noche para cambiar, alimentar y consolarlo.
¿Qué está pasando?
Los ciclos de sueño del bebé son mucho más cortos que los de los adultos, y los bebés pasan más tiempo en el movimiento ocular rápido (REM), que se cree que es necesario para el desarrollo extraordinario ocurriendo en su cerebro. El sueño REM es más ligero que el sueño no-REM, e interrumpió con mayor facilidad.
Todo esto imprevisibilidad es una fase necesaria para su bebé y que no dura mucho tiempo – aunque puede parecer una eternidad cuando se está con falta de sueño.
A las 6 a 8 semanas de edad, la mayoría de los bebés comienzan a dormir durante períodos más cortos durante el día y durante más tiempo a la noche, aunque la mayoría siguen a despertar para alimentarse durante la noche. También tienen períodos más cortos de sueño REM, y períodos más largos de sueño profundo, no-REM.
En algún lugar entre el 3 y 6 meses, dicen los expertos, la mayoría de los bebés son capaces de dormir toda la noche. No estamos hablando de ocho horas, aunque – por lo general significa un tramo de cinco o seis horas.
Algunos niños duermen durante un largo trecho en la noche como a las 6 semanas, aunque muchos bebés no llegan a esa marca hasta que son 5 o 6 meses de edad y algunos continúan despiertos por la noche.
Cualquiera sea la afección primaria, los padres suelen comunicar que sus hijos tienen dificultades para dormir. Esto coincide de forma notable con la mayoría de las investigaciones que señala que hasta un 50% de los niños en edad preescolar, más o menos un 30% de los niños en edad escolar y aproximadamente el 40% de los adolescentes tienen dificultades para dormir. Los estudios en que los propios adolescentes hablan revelan que hasta un tercio comunica por lo menos problemas de sueño ocasionales. Por ejemplo, dicen despertarse reiteradas veces durante la noche o no poder volver a conciliar el sueño por mucho tiempo, tener somnolencia excesiva durante el día, sueño no reparador, dificultades para quedarse dormido y una necesidad subjetiva de dormir más. Si bien estas dificultades pueden ser pasajeras, por lo general, tienden a tener altibajos y a presentar una gran estabilidad durante toda la niñez. Sin embargo, los problemas del sueño, a pesar de su gran prevalencia global, no suelen analizarse durante las visitas al médico de cabecera y por lo tanto, no se diagnostican, ni se tratan.
Los recién nacidos duermen mucho típicamente de 14 a 18 horas al día durante la primera semana y de 12 a 16 horas al día para el momento en que son un mes de edad. Pero la mayoría de los bebés no permanecen dormidos durante más de dos a cuatro horas en un momento del día o de noche, durante las primeras semanas de vida.
¿El resultado? Mucho sueño para su bebé y una muy irregular – y agotador – programa para ti. Entonces, tu trabajo consiste en responder a las señales de su recién nacido, así que probablemente va a ser de hasta varias veces durante la noche para cambiar, alimentar y consolarlo.
¿Qué está pasando?
Los ciclos de sueño del bebé son mucho más cortos que los de los adultos, y los bebés pasan más tiempo en el movimiento ocular rápido (REM), que se cree que es necesario para el desarrollo extraordinario ocurriendo en su cerebro. El sueño REM es más ligero que el sueño no-REM, e interrumpió con mayor facilidad.
Todo esto imprevisibilidad es una fase necesaria para su bebé y que no dura mucho tiempo – aunque puede parecer una eternidad cuando se está con falta de sueño.
A las 6 a 8 semanas de edad, la mayoría de los bebés comienzan a dormir durante períodos más cortos durante el día y durante más tiempo a la noche, aunque la mayoría siguen a despertar para alimentarse durante la noche. También tienen períodos más cortos de sueño REM, y períodos más largos de sueño profundo, no-REM.
En algún lugar entre el 3 y 6 meses, dicen los expertos, la mayoría de los bebés son capaces de dormir toda la noche. No estamos hablando de ocho horas, aunque – por lo general significa un tramo de cinco o seis horas.
Algunos niños duermen durante un largo trecho en la noche como a las 6 semanas, aunque muchos bebés no llegan a esa marca hasta que son 5 o 6 meses de edad y algunos continúan despiertos por la noche.
Cualquiera sea la afección primaria, los padres suelen comunicar que sus hijos tienen dificultades para dormir. Esto coincide de forma notable con la mayoría de las investigaciones que señala que hasta un 50% de los niños en edad preescolar, más o menos un 30% de los niños en edad escolar y aproximadamente el 40% de los adolescentes tienen dificultades para dormir. Los estudios en que los propios adolescentes hablan revelan que hasta un tercio comunica por lo menos problemas de sueño ocasionales. Por ejemplo, dicen despertarse reiteradas veces durante la noche o no poder volver a conciliar el sueño por mucho tiempo, tener somnolencia excesiva durante el día, sueño no reparador, dificultades para quedarse dormido y una necesidad subjetiva de dormir más. Si bien estas dificultades pueden ser pasajeras, por lo general, tienden a tener altibajos y a presentar una gran estabilidad durante toda la niñez. Sin embargo, los problemas del sueño, a pesar de su gran prevalencia global, no suelen analizarse durante las visitas al médico de cabecera y por lo tanto, no se diagnostican, ni se tratan.
Efectos
neurocognitivos de los problemas del sueño
Ya se ha demostrado
claramente que tanto la falta de sueño como la interrupción del sueño, o
“fragmentación del sueño”, tienen un efecto
perjudicial sobre el desarrollo neurocognitivo de los niños. Se han comunicado
deficiencias académicas y
problemas de aprendizaje y memoria en numerosos estudios realizados en niños,
por ejemplo, con Síndrome de Apnea
Obstructiva durante el Sueño (SAOS), que se caracteriza por intermitencia del
sueño e interrupción de la ventilación
seguidos de episodios de obstrucción total o parcial de las vías aéreas durante
el sueño. Asimismo, cada vez más se
comunican conductas hiperactivas, negativas y de desatención, parecidas a las
halladas en el Trastorno de Hiperactividad con
Déficit de Atención (THDA), en niños que roncan o tienen SAOS. Se observan
cambios de conducta similares en
algunos niños con Síndrome de Movimientos Periódicos de las Piernas (PLMD, por
su sigla en inglés) y Síndrome de
las Piernas Inquietas (RLS, por su sigla en inglés). Se sabe que estos
trastornos provocan la fragmentación del
sueño debido a que la persona se despierta a causa de los movimientos de las
piernas y los episodios de alteración
respiratoria. También se ha sugerido que los niños que se despiertan con más
frecuencia en respuesta al movimiento de sus
piernas manifiestan síntomas más graves del THDA que los niños que duermen sin
interrupciones.
Trastornos del sueño comunes
Trastorno
de la respiración durante el sueño. Por lo general, se calcula
que el 1% al 2% de los niños puede sufrir de SAOS y que
el 7% al 12% puede sufrir de ronquidos primarios. El tratamiento más común para
los casos graves de
trastorno de la respiración durante el sueño es la amigdaloadenoidectomía, que
cura al 80% de los niños afectados.
Este procedimiento elimina la barrera para la oxigenación y promueve una
respiración suave y efectiva
durante el sueño.
Insomnio. La
prevalencia del insomnio infantil se calcula aproximadamente del 1% al 6% entre
la población pediátrica
general y mucho más elevada entre los niños con enfermedades médicas crónicas, enfermedades
psiquiátricas y del desarrollo neurológico. Cuando hay resistencia para dormir
e intermitencia del
sueño durante la noche, la prevalencia del comportamiento de interrupción del
sueño alcanza del 25% al
50% de los niños en edad preescolar. En la mayoría de los casos de insomnio, el tratamiento adecuado
consiste en una cura de sueño adecuada, si bien en algunos casos, se justifican enfoques conductistas
y medicación.
Narcolepsia. Si
bien es relativamente infrecuente en los Estados Unidos, donde afecta apenas a
1 de cada 2000 estadounidenses,
su frecuencia varía en otras culturas. En Israel, por ejemplo, la prevalencia comunicada es de 1
cada 500 000 personas, mientras que en Japón es de alrededor de 1 cada 600
personas. Esta variación puede
deberse a vulnerabilidades genéticas y a patrones de transmisión de
enfermedades. Por regla, el
tratamiento consiste en el uso de varias estrategias conductistas y medicación.
Parasomnias
durante el sueño no REM. Las parasomnias son actividades
físicas perturbadoras que ocurren durante el sueño no
REM e incluyen el sonambulismo (acto de caminar dormido), terrores nocturnos, somniloquia (acto de
hablar dormido), enuresis (incontinencia durante la noche), bruxismo
(rechinamiento de los dientes) y
trastornos de movimientos rítmicos. La probabilidad de sufrir al menos una
parasomnia en algún momento de la
niñez es muy elevada, aproximadamente del 80%. Los tratamientos varían de
acuerdo con el tipo y la
causa de la parasomnia, si bien por lo general, incluyen intervenciones conductistas y medicación en algunos
casos.
¿Qué pueden hacer los padres?
Algunos problemas del
sueño que padecen los niños exigen intervenciones terapéuticas activas, como
una terapia conductista y medicación. Si el sueño de su hijo es una
preocupación para usted, consulte a su médico de cabecera o a un psiquiatra de
niños y adolescentes.
Lo bueno es que casi todos los trastornos del sueño mejoran marcadamente e incluso algunos desaparecen por completo, una vez que se efectúa una buena cura de sueño.
Lo bueno es que casi todos los trastornos del sueño mejoran marcadamente e incluso algunos desaparecen por completo, una vez que se efectúa una buena cura de sueño.
“Cura de sueño” es un término general que comprende varios procedimientos sencillos basados en el sentido común que pueden utilizarse en casi cualquier niño o adulto y que dan como resultado una mejoría del sueño y del descanso prácticamente en todos los casos. He aquí algunas recomendaciones típicas:
Fije
un horario para que su hijo se acueste y se levante todos los días y respételo
aun los fines de semana.
Aliéntelo
a hacer ejercicio diariamente (pero no dentro de las cuatro horas anteriores a
acostarse).
Desaliente
el consumo de cafeína, cigarrillos y alcohol, ya que todos privan a la persona
de sueño o de determinadas etapas del ciclo del sueño.
Siga
un ritual de relajación a la hora de ir a la cama todas las noches antes de
acostar a su hijo, como tomar un baño caliente y leer
un libro.
Levántese
con el sol y exponga a su hijo al sol de la mañana, no necesariamente saliendo
al aire libre, sino abriendo las cortinas
o persianas y dejando que entre el sol en su casa. El sol ayuda a activar y
recomponer su reloj biológico, la
parte del cerebro que nos dice cuándo tenemos sueño y cuándo es hora de
despertarse.
Asegúrese
de que en la habitación de su hijo no haga mucho frío, ni mucho calor.
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